TODA CLASE DE PIELES, ADAPTADO
Había una vez hace muchos, muchísimos años, en un lejano país
un rey llamado Herrero que vivía en un precioso castillo con su hija, la
Princesa Isabel.
Isabel tenía cerca de dieciocho años, se acercaba el día de
su cumpleaños, para ello el Rey Herrero preparó tres días de festejo, en los
que cada uno de ellos le hizo un regalo a la Princesa Isabel. El primer día la
regaló una flor de oro, el segundo día una moneda de oro, y el tercero un
anillo.
El Rey Herrero quería que la Princesa Isabel se casara, así
que a la fiesta invitó a candidatos a posibles maridos. Sin éxito, la Princesa
Isabel no se quería casar porque no le gustaba ningún chico de los que había
conocido. Ella buscaba a su amor verdadero. Para no casarse ideó un plan:
Le pidió a su padre tres regalos:
Un vestido tan dorado como el sol
Un vestido tan plateado como la luna
Un vestido tan brillante como las estrellas
Y, ¿sabéis qué? El Rey aceptó.
El Rey Herrero tardó mucho en conseguir los vestidos, pasó
tanto tiempo que la Princesa Isabel se pensó que su padre ya no la quería
casar, pero no. Después de mucho tiempo el Rey Herrero apareció en el castillo
con los tres vestidos.
-
Aquí tienes los tres vestidos, ahora dime, ¿con
qué Rey te casarás?
La Princesa Isabel que no sabía cómo hacerle entender a su
padre que seguía sin querer casarse, así que se la ocurrió que para ganar más
tiempo le pediría un último regalo, un abrigo que estuviera hecho con un trocito
de piel de cada uno de los animales que existen en el planeta.
El Rey Herrero no tuvo más remedio que mandar a sus cazadores
por todo el mundo mundial a matar animales, y a coger un cachito de piel de
cada uno para hacer un abrigo de pedida a su hija. Recogieron todos los trozos
de piel, los mejores sastres del mundo cosieron un abrigo. Después de mucho
tiempo apareció en el Rey Herrero con un abrigo enorme, aunque los trozos eran
muy chiquititos hay muchos animales en el mundo. El abrigo llegaba hasta los
pies, tenía vuelo, tenía unas mangas largas en las que ella pudiera esconder
los brazos cuando hiciera frio, tenía una capucha que caía para atrás con la
que podía ocultar su cara y su pelo.
La Princesa Isabel le
dio las gracias a su padre y el padre le dijo: - bueno pues este domingo me
caso con el Rey Santiago.
Cuando se hizo de noche La Princesa Isabel cogió, echó en una
bolsa el vestido tan dorado como el sol, el vestido tan plateado como la luna y
el vestido tan brillante como las estrellas, se colgó al cuello la cadena que
su padre le había regalado en su dieciocho cumpleaños, se tapó con el abrigo de
toda clase de pieles y se fue al bosque, a esconderse y a huir de su castillo.
Decidió que lo mejor que podía hacer era caminar durante la noche y esconderse
durante el día, entonces pensó en buscar agujeros en los árboles, alguna
grieta, donde no la pudieran encontrar. Comenzó a andar y pasaron los días, las
semanas, y llegó el momento en el que ya no sabía cuántos días habían pasado.
Un día que estaba amaneciendo y estaba escondiéndose en un
agujero de árbol seco y tapándose con el abrigo de toda clase de pieles para
que no la descubrieran, oyó pasos, oyó perros, oyó voces masculinas y dijo me
están buscando los soldados de mi padre. Oyó como llegaban los perros y
empezaban a olfatear, oyó como venían personas y la empezaban a hablar. Aquellos
soldados la distinguieron y la sacaron de aquel escondite. Entonces la Princesa
Isabel se dio cuenta de que no eran los soldados del reino de su padre, sino de
otro reino.
Los soldados la llevaron a su reino, y le dijeron a su Rey,
el conocido Julián:
- hemos encontrado a esta jovencita mi señor.
La Princesa Isabel estaba muy sucia porque no se había
duchado, así que el Rey Julián mandó que la lavaran y la dieran de comer. Pero
si le veían la cara la podían reconocer como la Princesa Isabel, así que no
dejó que nadie la ayudara a lavarse, lo hizo ella solita y cuando terminó se
volvió a tapar con el abrigo de toda clase de pieles.
La gente que trabajaba en el Castillo del Rey Julián pensó
que estaba un poco loca, y la llamaron toda clase de pieles. La dejaron vivir
en el Castillo a cambio de ayudar al cocinero, un señor muy gruñón llamado Won.
Pasaron los días, las semanas, los meses y casi los años
hasta que un día el Rey Julián decidió dar una fiesta para escoger esposa. Esa
fiesta iba a consistir en tres días de baile. En los que iba a conocer a las
mujeres de los alrededores y a elegir entre ellas la que sería su esposa.
La Reina Isabel conocida en el castillo como toda clase de
pieles, no le gustaba la idea porque durante el tiempo que ha estado viviendo
en el Castillo del Rey Julián se había enamorado de él.
Llegó la primera noche de baile y Toda clase de pieles le
pidió al cocinero que si por favor, por favor, por favor, podía asomarse,
aunque fuera detrás de una columna a ver cómo era un baile de palacio, porque
ella nunca había visto un baile de palacio. Won después de todo lo que había
ayudado Isabel en la cocina, la dio permiso con la condición de que cuando se
fuera la gente ella tenía que regresar a la cocina a preparar el caldo del Rey
Julián.
Toda clase de pieles corrió a su habitación, cerró la puerta,
se lavó, se peinó su melena, se arregló, se puso el vestido tan dorado como el
sol y se presentó en el baile de palacio.
El Rey Julián estaba bailando y cuando la vio le pareció que
era la mujer más bella que había visto en su vida, entonces le pidió bailar.
Comenzó a hablar con ella y se dio cuenta de que era la más
simpática y misteriosa.
El Rey Julián bailó con más jóvenes y en cuanto el baile
empezó a terminarse, toda clase de pieles se fue corriendo a su habitación a
cambiarse y volvió a la cocina a ayudar a Won con el caldo. Cuando estuvo listo
se lo subió al Rey Julián a su habitación.
Cuando Julián empezó a tomar el caldo, notó que había algo
que sonaba en el fondo del caldo. Le llamo la atención, metió los dedos en el
caldo y sacó una figurita de oro de una flor, y dijo: - como puede haber ido a
parar un objeto tan bonito al bol, ¿a quién se le habrá caído?
Entonces el príncipe lo limpió y lo dejó en su mesilla de
noche.
Llegó la segunda noche y toda clase de pieles hizo
exactamente lo mismo, pero esta vez se puso el vestido tan plateado como la
luna.
El segundo día de baile el Rey Julian ya estaba pendiente de
verla para volver a bailar con ella. Fue con la que más bailó y además se
empezó a dar cuenta de que Isabel era una Princesa, porque bailaba y hablaba
como ellas.
Igual que la noche anterior, cuando el baile se fue acabando,
toda clase de pieles fue corriendo a cambiarse y a la cocina a preparar el
caldo de Julián para llevárselo.
Esta vez, cuando Julian comenzó a beber el caldo se dio
cuenta de que había algo, metió la mano y lo cogió, era una moneda de oro.
La tercera noche, toda clase de pieles hace lo mismo, esta
vez se puso el vestido tan brillante como las estrellas. Fue al baile, y en
cuanto Julián la vio, la sacó a bailar y ya no quería bailar con otra mujer.
A toda clase de pieles se le hizo tarde y tuvo que irse
corriendo a cambiarse para preparar el caldo de Julián. Cuando llegó a la
cocina, Won la regañó porque era muy tarde, toda clase de pieles llegó un poco
tarde a darle el caldo al Rey Julián, por eso cuando se lo subió a su
habitación le dijo que no se fuera, que enseguida se bebería el caldo y así
podría llevarse el bol.
Cuando de repente, dijo Julián: - Uh, hay algo aquí, aquí
suena algo, ¿tú sabes lo que es? Y toda clase de pieles le dijo, - no majestad,
no tengo ni idea. – ¿Y tampoco sabrás qué es lo que tengo encima de mi mesilla
de noche?
Toda clase de pieles miró de reojo, vio sus dos joyas y
contesto: - pues no majestad.
Entonces el Rey Julián iba acercándose a ella y la
preguntaba: - pero, ¿seguro que no sabes lo que es esto? – no, dice ella. – pues
mira es un anillo.
Toda clase de pieles miró el anillo y el príncipe dijo: -
pues fíjate que encima este anillo es el compañero de este otro. Entonces el
príncipe cogió la mano de toda clase de pieles y ella se dio cuenta de que
llevaba un anillo que la había colocado Julian en el baile.
Julian le quitó la capucha, y le dijo: - no me importa que
seas princesa o que seas plebeya porque me has demostrado que eres la mujer más
bella, más astuta y más inteligente que existe. Y eres la reina que quiero. Si
tú quieres, estos dos anillos se convertirán en nuestros anillos de boda y
seremos felices para siempre.
A lo que Isabel respondió: - Sí.
Y
colorín colorado este cuento se ha acabado.
Cambios llevados a cabo:
Cuento destinado a niños y niñas de entre cuatro y cinco
años.
No he mencionado a la Reina, ni el hecho de su muerte, he
decidido dejar el aspecto a libre imaginación y sobretodo con las puertas
abiertas a que los niños pregunten por la mamá de Isabel.
Por lo tanto, el collar de herencia de su madre, lo he
presentado como un regalo de su padre en su mayoría de edad.
Sobre el casamiento de Isabel, he evitado que fuera con su
padre y he aludido a que este quería casar a su hija con cualquier hombre que
ella elija, eso sí, caballeros que asistieron a su fiesta de dieciocho
cumpleaños, invitados por su padre.
Isabel quiere retrasar casarse sin amor y entonces pide los
regalos que se relatan en el cuento original. Y acaba huyendo.
Otra cosa que he omitido ha sido la descripción de Isabel con
el objetivo de que cada uno imagine a su bella princesa.
Hola Cristina.
ResponderEliminarVuelvo a leer tu blog, y me ha parecido interesante la adaptación que haces del cuento que narra Irune en el video.
El personaje de la madre que has omitido, me parece correcto, si lo que tratas es de quitar el fallecimiento de ella, pero si lo dejas al libre albedrío de la imaginación de los niños y te preguntas, tendrías que tener preparada la respuesta para darles.
También me ha gustado que omitieras el posible incesto, si se deja la narración que hace Irune.
Lo que me ha hecho mucha gracia, es que en cada parte del cuento que vas narrando, hablas de que pasa mucho tiempo hasta que el padre le confecciona los vestidos; mucho tiempo hasta que cazan las pieles y le hacen el abrigo; mucho tiempo hasta que el Príncipe quiere dar una fiesta para escoger esposa.... en fin, que desde la perspectiva adulta, la princesa ya es un poco mayor jajajaaja.
Esto es broma, pues los niños no tiene esa percepción del tiempo, y para ellos ese detalle pasaría desapercibido.
Un saludo
Bueno, cristina, "mucho tiempo" es un concepto que un niño de 4-5 años acepta perfectamente. Es "mucho". Tal vez ellos imaginen una longitud propia de semanas o meses para lo que nosotros entendemos como años, pero el concepto "mucho" sí lo tienen adquirido.
EliminarPerfecto.
ResponderEliminar